En los últimos meses, las redes se han llenado de personas realizando el nuevo reto viral “Escuchamos pero no juzgamos”, una dinámica donde dos personas deben confesarse mutuamente aquello que no se habían atrevido a revelar con la condición de no comentar ni reaccionar, simplemente escuchar lo que la otra persona tiene que compartir.
Un reto que, basándonos simplemente en sus reglas, promueve aspectos esenciales en nuestro día a día como una comunicación y una escucha honesta, creando un espacio donde compartir sin ser juzgado.
Sin embargo, este reto que fomentaba aspectos principalmente positivos y muy necesarios han generado un impacto emocional negativo en muchas relaciones interpersonales, ya sea familiares, de pareja o de amistad. Pues al final, ¿qué pasaría si puedes decir todo aquello que pienses de la otra persona o has hecho sin que esta pueda reprochartelo?
Pues que aprovecharías la oportunidad perfecta para decir todo aquello que te has callado por miedo a la reacción de la otra persona, desahogándote. Esto es lo que ha pasado realmente en la mayoría de vídeos donde se han dicho ciertos comentarios sin ningún tipo de filtro (auténticas burradas como, por ejemplo: “¿Te acuerdas de cuando me pediste el vestido morado para aquella fiesta? Pues no te lo quise dejar porque me lo ibas a dar de sí » o «Cuando veo un mensaje tuyo a veces no contesto porque pienso que eres muy pesada” ) y sin pensar cómo le puede afectar a la otra persona.
El problema, como siempre, radica en cómo utilizamos las herramientas. En este caso, se han empleado sin considerar el impacto emocional que tales palabras pueden tener en la otra persona, lo que nos ha lleva a reflexionar sobre un tema crucial: la responsabilidad afectiva.
La responsabilidad afectiva la podríamos definir como el compromiso por nuestra parte a valorar cómo nuestras palabras, acciones y decisiones pueden afectar a la persona con la que nos relacionamos. La empatía, el respeto y consideración de las emociones del otro son esenciales para ello, y nunca se nos puede olvidar cuando estamos interactuando con otros.
Todo esto no significa que debemos evitar conflictos o decir lo que el otro quiere escuchar (aunque no lo pensemos), sino que debemos intentar comunicarnos de manera honesta y cuidadosa, considerando que todo aquello que digamos o hagamos puede tener un impacto en quienes nos rodean.
La responsabilidad afectiva es un aspecto clave para construir relaciones sanas. Por tanto, es esencial que se comience a poner en marcha desde el minuto cero en el que iniciamos cualquier tipo de relación. Pero… ¿Y si no somos nada? ¿Y si aún no es mi pareja y nos estamos conociendo? ¡Pues también!
En este sentido, es muy común que escuchemos a personas de nuestro alrededor (o que incluso nos haya pasado a nosotros mismos) que mientras conocían a otra persona, les han hecho Ghosting, es decir, han desaparecido sin avisar, o incluso Zombieing, que se da cuando una persona que previamente ha hecho ghosting vuelve a aparecer mediante un mensaje o una interacción “como si nada”.
Esto, de nuevo, tiene implicaciones en el otro y puede generar inseguridad, incertidumbre e, incluso, ansiedad. Por tanto, es importante que siempre que se genere intimidad a cualquier nivel (o tengamos intención de ello), haya responsabilidad afectiva.
Además, como se ha explicado anteriormente, la responsabilidad afectiva implica también ser honestos con el otro. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos ser sinceros a toda costa sin pensar en cómo pueden afectar nuestras palabras y nuestra manera de decirlas. Frases como “Es que yo soy muy sincero” o “Solo digo lo que pienso”, habitualmente se esconden detrás de lo que se conoce como sincericidio. El sincericidio se refiere a la práctica de expresar una verdad de manera brutal, sin ningún tipo de filtro y sin considerar el impacto emocional que pueda tener en la otra persona. Es decir, no todo vale, la sinceridad no está por encima de todo.
¿Os recuerda al trend que comentábamos al inicio? Está bien que demos nuestra opinión y seamos honestos con el otro, pero siempre desde el respeto y la empatía. En este sentido, es importante recordar que no siempre hace falta decir todo lo que pensamos. Guardar ciertas opiniones no significa ser hipócritas ni esconder la verdad, sino actuar con consideración hacia la otra persona.
Por ejemplo, ¿es realmente necesario hacer comentarios sobre aspectos que la otra persona no puede cambiar, emitir críticas no constructivas o realizar comparaciones innecesarias? Frases como “No me gusta tu nariz”, “Has engordado, ¿eh?” o “Mi ex lo hacía mejor” no aportan nada positivo. Este tipo de comentarios no solo resultan hirientes, sino que también dañan la relación y no contribuyen en absoluto al crecimiento personal de quien los recibe.
Si lo que vamos a decir no ayuda, no consuela ni mejora una situación, tal vez sea mejor no decirlo. Porque, al final, no siempre hace falta decirlo todo, pero sí asegurarnos de que lo que decimos contribuya al bienestar y a las relaciones sanas con quienes nos rodean.
Ejemplos de sincericidio y alternativa con responsabilidad afectiva.
Sincericidio en pareja:
Alternativa:
Sincericidio en amistad:
Alternativa:
Por tanto, ¿Qué podemos hacer para ser responsables afectivamente?
Tips:
– Ponte en el lugar de la otra persona antes de hablar o actuar. Pregúntate: ¿Cómo me sentiría yo si alguien me dijera o hiciera esto?
– Habla desde tus sentimientos en lugar de atacar o culpar. “Me siento…” en vez de “Tú siempre”.
– Asume los propios errores, todos podemos equivocarnos.
– Establece límites claros. Tienes derecho a expresar lo que necesitas y no estás dispuesto a tolerar, pero comunicado de forma amable y respetuosa.
– Busca el contexto y el lugar adecuado, tanto para ti como para la otra persona.
– Sé honesto, pero con cuidado.
– Y si aquello que queremos decir no aporta nada positivo y no se puede cambiar, a veces es mejor no decirlo.
En conclusión, en un mundo donde las relaciones están cada vez más influenciadas por las redes, prácticas como el ghosting, el zombieing o el sincericidio reflejan la importancia y la necesidad de aprender a relacionarnos de manera más empática y responsable. En este sentido, la responsabilidad afectiva constituye una herramienta clave y fundamental para construir vínculos saludables, donde EL CUIDADO EMOCIONAL SIEMPRE DEBE SER UNA PRIORIDAD.
Eva Ferrer y Noemi Carceller
Alumnas MGPS en Psicólogos Retiro