Somos muchos los que nos preguntamos esto… además, de cómo lograr que no se pierda el sentido de mis días en estas circunstancias tan extraordinarias. Desde que comenzamos el estado de alarma parece inevitable sentir que los días no pasan, que se entremezclan entre sí, que los fines de semana ya no valen la pena y nos es muy difícil poder generar planes en un futuro cercano, al no saber cuándo va a terminar la crisis que estamos viviendo, de la cuál no vemos la luz. La sensación que tenemos es que el mismo día se repite una y otra vez, vivimos en el día de la marmota. Por lo que… la gran pregunta es ¿qué podemos hacer para que nuestros días vuelvan a tener sentido y no hundirnos en la tristeza y en el pesimismo? Para ello, es importante identificar y poner freno a los patrones limitantes que están generando el círculo vicioso, creado por las demandas de la situación actual.
Después de tantos meses, parece que la vida nos pone entre la espada y la pared. Tenemos una sensación de que ya hicimos todo lo que se podía hacer para sacarle partido a este tiempo y todo lo que teníamos pendiente, ya está hecho. Entonces, ¿qué hacemos ahora? Con el paso del tiempo hay un enorme desgaste en la sociedad al tener siempre las mismas rutinas, pasando por los mismos lugares y siempre con una enorme preocupación por lo que pueda pasar. Repetimos una y otra vez los mismos errores, y tenemos la sensación, de que, aunque intentemos diferentes caminos siempre acabamos en la misma dirección.
Entonces, generamos una sensación de frustración, desilusión, desgaste y fatiga, llegándonos a preguntar ¿qué hemos hecho para merecer esto? Efectivamente, hemos entrado en un círculo vicioso. Hay que tener en cuenta que para mantenernos estables ante tanto caos necesitamos, rutinas y patrones llevados a cabo por la inercia. Creamos patrones de pensamiento que son una autentica trampa mortal, en la que caemos una y otra vez. Nuestro funcionamiento psicológico, tiende a la repetición, a volver a lo conocido, a lo que nos da comodidad y seguridad. Tendemos a repetir conductas, aunque sean dañinas. Es muy importante conocernos y observarnos para saber qué es lo que estamos haciendo mal y producir cambios saludables.
Estar en un círculo vicioso, como en el que nos encontramos, es sentirse en un callejón sin salida. Las frases que nos vienen a la cabeza son: “siempre me pasa lo mismo”, “no tengo suerte” o “para qué voy a intentarlo si la situación es la que es y no voy a poder salir”. Estas creencias nos autolimitan y detienen la construcción de nuevos caminos para desarrollarnos. Además, si echamos la vista atrás, podemos observar las mala experiencias que tenemos en el pasado y, este hecho, nos obstaculiza el presente y provoca más miedo hacia el futuro. Estamos paralizados en la queja, la preocupación, la confusión y la sensación de vacío. No es el destino, ni la mala suerte lo que nos conduce a la repetición. Sino nuestra decisión de llevar a cabo el mismo proceso. Nos encontramos sometidos a situaciones y problemas que no queremos vivir.
La manera de poder reconducir un círculo vicioso a uno virtuoso es muy parecida a la forma en la que cambiamos un mal hábito por uno saludable. Realmente, el principio básico, tanto del mantenimiento como del cambio, es la inercia. Lo primero será identificar dónde nos encontramos y que estamos repitiendo. Para así poder observar también el disparador, que, en este caso, es sencillo, dado que es la situación que estamos viviendo. Al final, en resumidas cuentas, un círculo vicioso es un conjunto de hábitos negativos que se retroalimentan al aparecer el disparador, que es lo que te recuerda que debes comenzar con las conductas dañinas. Por ejemplo, me paso el sábado tirado en el sillón, repitiendo una y otra vez las mismas quejas, sin hacer nada nuevo debido al disparador que es “total como no puedo quedar con los amigos”.
Una vez identificado el circulo y el disparador, hay que combatirlo. La clave es que cuándo detectes que estás en esta situación pares en seco y te salgas de circulo que comienza. Al principio es muy difícil, y más por la desmotivación generalizada que tenemos por el tiempo que llevamos inmersos en estas circunstancias, pero para ayudarnos es necesario también diseñar una nueva forma de actuar y repetirla hasta integrarla. Es decir, levantarme del sillón y salir a pasear, hacer deporte en casa, jugar a un juego, … o cualquier hábito saludable que se nos ocurra.
Cambiar un círculo vicioso no es tarea sencilla porque implica remar a contracorriente y porque en muchas ocasiones, estos actúan por debajo de nuestro nivel consciente. Los identificamos y catalogamos como un destino que nos persigue, pero en realidad son situaciones que generamos sin darnos cuenta. Sigmund Freud habló acerca de un mecanismo inconsciente, que tiene lugar después de un trauma: la represión. Esta se manifiesta como una forma de tratar de “olvidar” frente a lo que sucedió, ya que al traer esto a la memoria hay mucho dolor. Sin embargo, eso que se ha reprimido suele volver, una y otra vez, y no como recuerdo sino como acción. La idea es “repetir para no recordar”. Ese no recordar no es una amnesia, sino la ausencia de elaboración de un hecho. Y en cierta medida, es lo que nos ocurre, no queremos ni podemos hacernos conscientes de todo lo que hemos perdido y lo mucho que cambió nuestra vida en casi un año.
Por ello, el gran reto al que nos enfrentamos es nuestra resistencia al cambio, dado que está relacionado con hechos o situaciones que nos causan dolor. La solución radica en recorrer el mismo camino con una perspectiva diferente o, bien, establecer una ruptura para iniciar un nuevo proceso. La recomendación sería poder plantearnos objetivos diarios y a largo plazo, valorar como nos gustaría participar de la vida cuándo todo mejore. Dándole sentido a las pequeñas cosas que hagamos distintas. Es decir, tratar de cambiar la forma en la que vemos la vida. A pesar de que los días sean iguales y reine el aburrimiento, hay que tratar de hacer un ejercicio mental para estar en el presente y escuchar lo que estamos diciendo. Es necesario ser conscientes del día a día y controlar nuestras decesiones, dado que, si no lo hacemos, efectivamente entramos en el día de la marmota. La clave es plantearnos: ¿Qué necesitamos seguir haciendo, que podemos dejar de hacer y que podemos empezar a hacer?
Tal y cómo sucede en todo, si uno no hace nada, pues no sucede nada. Son nuestros actos los que tienen el poder de cambiar las cosas. Para poder salir de esta situación, hay que afrontarla con una mentalidad y una capacidad superior a la que teníamos cuando todo comenzó. Si seguimos pensando y actuando de la misma manera, entonces seguiremos produciendo las mismas situaciones. Indiscutiblemente, en la situación que estamos viviendo, nada de esto es sencillo. Podemos tener las mejores intenciones de cambiar, pero el problema es hacerlo. Somos muy temerosos a vivir cosas nuevas y por eso preferimos aguantarnos. Cómo dice un refrán “es mejor lo malo conocido, que lo bueno por conocer”. Esto es porque en el fondo tememos a quedarnos sin nada, y eso nos aferra a las situaciones que estamos viviendo.
Debemos cortar con las escusas. Tenemos buenas intenciones y queremos mejorar, pero pensamos que no hay tiempo, no hay dinero, que eso ya no nos gusta, que nada va a cambiar. Estas son barreras subconscientes que surgen por nuestro temor al cambio. Una persona con una visión clara de lo que quiere y motivada, es capaz de vencer el miedo y la resistencia al cambio. Y si se necesita ayuda para conseguirlo, no tengamos miedo a solicitarla.
Noemí Gutiérrez Serrano (M-26735)
Psicóloga con especialidad en clínica y salud.
Experta en terapia familiar sistémica