Todos en nuestra cabeza tenemos una vocecilla que nos habla, que identificamos como nuestra, o como nosotros mismos, con la que dialogamos prácticamente las 24 horas del día.
Muchas veces lo hacemos de manera inconsciente, pero es esta voz, y este diálogo interno el que estructura nuestros patrones de pensamiento y la forma en la que interpretamos el mundo. Por lo tanto, tiene consecuencias directas en nuestras emociones y conductas.
Viendo esto, es fácil deducir que la manera en la que hablamos con nosotros mismos puede ayudarnos en nuestro bienestar, o, por el contrario, ser totalmente contraproducente.
Lo más habitual es que este diálogo interno sea característico de cada uno, es decir, cada persona lo desarrolla con una tendencia determinada. Esta tendencia suele surgir y proceder de la infancia y adolescencia, aunque va recibiendo influencias durante toda la vida. Esto es, todo lo que recibimos del contexto, principalmente cómo te hablaban tus figuras de referencia, o el estilo comunicativo de tu entorno en general, hace que nuestro diálogo interno se vaya configurando de manera similar a este estilo. Por decirlo de forma muy resumida, nuestro diálogo interno puede ser constructivo o destructivo.
En muchas ocasiones ese diálogo interno, es decir, esa voz con la que hablamos, se convierte en nuestro peor enemigo siendo una de las principales fuentes de autocrítica y de pensamientos negativos. Todos en cierta manera hemos sido muy duros con nosotros mismos en algún momento, pero en ocasiones esa voz autocrítica y negativa se instala en nosotros y perturba nuestro bienestar.
Es importante tener en cuenta que ante estas situaciones es especialmente importante ser capaces de instalar en nuestro funcionamiento la autocompasión. La autocompasión se refiere a ser capaces de tratarnos a nosotros mismos con amabilidad y comprensión, sobre todo en aquellos momentos de más estrés o dificultad. Esta autocompasión sobre todo busca tener una relación saludable con nosotros mismos, similar a como nos trataría un amigo en momentos difíciles o cuando cometemos algunos errores.
¡Piénsalo!, si la voz que tienes en tu interior fuera tu mejor amigo/a ¿Seguiría siéndolo tal y como te trata? Si la respuesta es que sí, es que entonces tienes un diálogo interno que se basa en la autocompasión y que permite calmar y dar ánimo en momentos difíciles. Sin embargo, si por el contrario la respuesta es que no lo seguiría siendo, te dejamos algunos tips para relacionarte y reconciliarte contigo mismo.
- En primer lugar, es imprescindible aceptarnos tal y como somos y no machacarse constantemente ante nuestras imperfecciones o cuando cometemos errores. En la gran mayoría de las situaciones no necesitamos recordarnos constantemente aquel error trivial que cometimos, en lugar de eso podemos intentar aceptar que parte de la condición humana se basa en la imperfección donde el error tiene cabida y en muchas ocasiones es fuente de aprendizaje.
- Habla contigo mismo como si lo hicieras con un amigo o incluso como lo hicieras con tus hijos. Imaginar esto permite que en lugar de ser tan crítico contigo mismo emplees un lenguaje más amable y comprensivo.
– Reconoce las emociones que estás sintiendo y dales un espacio. La autocompasión también implica validar tus sentimientos y aceptar que todos en algún momento de nuestra vida experimentamos dificultades y emociones displacenteras que nos aportan muchísima información.
El diálogo interno que hemos tenido a lo largo de nuestra vida ha tenido una función importante para nosotros, sobre todo de protegernos de las amenazas, pero quizás esas amenazas en la que en algún momento de nuestra historia estaban presentes ya han desaparecido y ahora tener tan elevada autocrítica resta muchísimo bienestar en nuestro día a día.
Diego Dorado Pérez
Elena Álvarez Moreno
Alumnos de psicólogos Retiro
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