La Sustancia es la película del momento. Quizás la hayas visto, o no, pero en cualquier caso, seguro que has enfrentado en tu propia piel la crítica que promueve, y es que, ¿quién en pleno siglo XXI no ha sufrido las consecuencias de la cultura de la belleza?
El bombardeo de mensajes sobre el tema que recibimos actualmente es abrumador, desde las redes sociales hasta los anuncios publicitarios, el mensaje de cómo debemos lucir está siempre presente.
La premisa de la que parte La Sustancia es la existencia de un elixir con el que se consigue la perfección física. La protagonista sucumbe al uso de la sustancia, sacrificando su identidad y autenticidad en la fijación y búsqueda de su ideal de belleza.
En la película se plantean, de una forma bastante explícita e, incluso, perturbadora, las causas y consecuencias que esto puede tener para nosotros, y sobre las que queremos pensar en este escrito.
Quizás nos parezca que este elixir es únicamente ficción, pero no deja de ser una metáfora de muchas prácticas reales de estética de nuestros tiempos: cremas milagrosas, skin care, maquillaje, cirugías estéticas, botox y ácido hialurónico, rutinas para el pelo, masajes drenantes, maderoterapia, pintado de uñas, o incluso filtros en las redes sociales para alisar la piel, aumentar los labios.
En nuestra sociedad esta problemática se acelera, cada vez se ve a gente más joven preocupada por la aparición de arrugas que no tienen, e imperfecciones que no existen. Estamos viendo noticias en las que se denuncia cómo niñas de 12 años acuden a comprar productos antienvejecimiento que ven en tiktok, lo que también se evidencia en el hecho de que la edad media a la que la gente accede al primer tratamiento de estética ha bajado 10 años (de los 35 a los 26 años).
En definitiva, se trata de cambiar tu apariencia buscando un ideal de belleza y ocultando, cada vez desde más joven, el paso del tiempo y la vejez. Resulta evidente que todas estas prácticas implican una importante inversión de dinero, pero, ¿qué más hay detrás de todo esto?
En nuestra opinión, esta problemática puede comprenderse desde cinco vértices. En primer lugar, si tenemos en cuenta lo que apuntaba Festinger en su teoría de la comparación social, las personas evalúan su valor mediante la comparación, de tal manera que, si ésta se da con estándares inalcanzables como modelos o influencers que sacrifican su vida para obtener esa imagen física, el resultado lógico resulta en sentimientos de insuficiencia respecto al ideal (“no estar a la altura”).
En segundo lugar, el hecho de vivir en una cultura en la que se le da tanta importancia a la belleza hace que ésta se convierta en un elemento de validación. Tal y como se indica en la teoría de la identidad social de Tajfel, los seres humanos buscamos la pertenencia y la aprobación, de tal manera que anhelaremos tener las características que percibimos como deseables como medio para conseguir validación social.
Si unimos el sentimiento de insuficiencia derivado de la comparación con unos estándares inalcanzables de belleza con la necesidad de validación social, de pertenencia en esta cultura estética, podemos entender las creencias que se despiertan en muchas personas en relación a esta temática: “para ser merecedor de amor, para tener éxito o para no quedarte solo, necesitas alcanzar este ideal de belleza”. En estos mandatos no está solo en juego la belleza en términos físicos, si no el valor propio, la pertenencia o la exclusión, la posibilidad de ser querido.
Estas ideas tienen un impacto enorme en el bienestar psicológico de las personas, y en varios casos están relacionadas con el desarrollo de problemas de autoestima, de ansiedad social, trastornos depresivos y dismorfia corporal, así como de trastornos de la conducta alimentaria.
En tercer lugar, consideramos que vivimos en una época en la que se tiende a la sexualización y a la adultización demasiado temprana. Tanto la sociedad en general, como los medios de comunicación en específico, tienden a asociar preocupaciones y comportamientos adultos a gente muy joven a través de la normalización del maquillaje o la moda, haciendo que “ser niño” ya no sea suficiente. Algunos estudios como los de Jean Twenge han mostrado que la presión por madurar demasiado deprisa e ignorar las etapas naturales del desarrollo puede provocar problemas emocionales.
En cuarto lugar, las creencias que sostienen esta cultura de la belleza no son fáciles de modificar individualmente, sobre todo teniendo en cuenta que se nos bombardea continuamente con ellas de una manera más o menos explícita. Los mecanismos de transmisión culturales a través de los cuales recibimos estas ideas pueden ir desde medios de comunicación convencionales con la publicidad, famosos, así como redes sociales en internet con modelos como las influencers.
Por último, también creemos que estos valores y creencias se transmiten en contextos más cercanos, y en este sentido, la familia juega un papel importante en este aspecto. Los niños y los adolescentes aprenden de lo que ven e imitan lo que ocurre en sus casas, de forma que si el modelo que tienen está dirigido en esta dirección será la que ellos sigan con mayor probabilidad.
¿Qué tan influenciados estamos por los estándares de belleza? ¿Qué peso tienen sobre las decisiones cotidianas que tomamos?
Si queremos huir de la obsesión que se muestra en La Sustancia, perdiendo nuestra identidad y bienestar a cambio de encajar en los cánones de belleza, lo primero que debemos hacer es tomar conciencia. Una vez que sepamos el impacto que tienen los estándares de belleza sobre nosotros, podemos intentar cuestionarlos. Por otro lado, podemos intentar redefinir nuestro concepto de belleza, más enfocado a la salud y la autenticidad en lugar de en ideales externos.
Llegados a este punto, seguramente se nos despierten una serie de miedos tales como los que comentábamos antes (“no seré merecedor de amor”, “no podré ser exitoso” o “me quedaré solo”, por ejemplo), por lo que puede ser importante contar con apoyo psicológico que ayude a desmontar estas creencias. Por último, recomendamos moderar el consumo de redes sociales, ya que se ha visto que se trata del caldo de cultivo perfecto para interiorizar los estándares externos y desarrollar problemas asociados a ellos.
Sin embargo, y para arrojar un poco de luz sobre este aspecto, es importante mencionar que en los últimos tiempos se está intensificando un nuevo movimiento en redes sociales denominado Body Positivity, con el que se promueve la aceptación de los cuerpos reales y la belleza de la diversidad. No obstante, el impacto de este movimiento todavía es limitado y criticado.
Como reflexión final, nos gustaría señalar que es importante practicar el autocuidado que tan de moda está ahora, pero más importante es hacerlo desde la autocompasión, es decir, con la misma amabilidad, cuidado y comprensión con la que tratarías a algún amigo cercano.
El autocuidado sin autocompasión es sencillamente una tarea más en la lista de cosas que tienes que hacer. Desde Psicólogos Retiro estaremos encantados de poder ayudarte siempre que sientas que es tu momento de hacerlo.
Claudia Sánchez Vega y Selene Escalada
Alumnas de MGPS en Psicólogos Retiro