¿Qué está ocurriendo con las redes sociales y las aplicaciones de citas?

Gabriela PiedimonteAdultos, ParejasDéjanos un Comentario

Estaba conociendo a alguien y todo iba muy bien, ¿qué ha pasado? A los días ha dejado de escribirme. ¿He hecho algo que le haya molestado? Me cuesta conectar con las personas, nunca me sale bien, ¿Qué me pasa? ¿No soy interesante para nadie?

Llevo un tiempo encontrándome en consulta esta sensación, con pacientes que se encuentran buscando pareja o un simple entretenimiento. Y la pregunta siempre suele ser… “¿crees que he hecho algo mal?”, “quizá debía haber hecho o dicho…” o “puede ser que tenga un problema yo y no me esté dando cuenta”, “estoy segur@ que algo no está funcionando en mí… siempre me pasa igual y ya no puede ser casualidad”.

¿Qué procesos a nivel psicológico viven estas personas? ¿Te sientes identificad@?

Pues bien, lo que está pasando es que, de repente, conocemos a alguien, sin mucha pretensión… y, casualmente, ese alguien nos muestra mucho interés, nos sigue y reacciona por todas nuestras redes sociales, nos pasamos casi 24 horas hablando al día, vamos, en definitiva, sentimos que, de verdad, hay una conexión especial. Poco a poco, y tras hablar todos y cada uno de los días, cada vez profundizamos más, somos más sinceros y trasparentes, empezamos a hablar de cosas más personales. Lo que normalmente, se vive como que soy una “persona especial” para ese alguien. La frase típica es “hombre si no le importará, no me contaría estás cosas, ¿no?”, “yo creo que está yendo fenomenal, nunca he tenido está conexión”.

Y así… ¡comenzamos a ilusionarnos! Nos dice cosas muy bonitas, nos manda audios, fotos de su vida cotidiana, vamos, se nota que la relación va avanzando. Hasta que, de repente, un día sin sentido ninguno, ni previo aviso, esa persona comienza a distanciarse, le notamos más frí@, nos deja en visto… Como somos personas adultas, tratamos hablar de ello y preguntarle: “¿Te pasa algo? ¿Te noto rar@?”, “Estoy preocupad@”, “¿He hecho algo que te haya molestado?”. Esta situación y sus respuestas, nos empieza a generar una cierta intranquilidad… por lo que necesitamos aclarar que somos realmente y que siente hacia nosotr@s, en realidad.

¿Cuál es la contestación? Pues lo que esperamos que nos diga es que está agobiad@ con algo de su vida, o que ha tenido un problema personal, y, lo más importante, que todo está bien entre nosotr@s. No obstante, comienzan las frases tipo: “Hay que ir viendo como avanzamos”, “las cosas tienen que irse viendo con el tiempo”, “no sé a qué vienen tantas preguntas”, “hombre, deberíamos dejar fluir la relación y ver qué pasa, ¿no?”. Este hecho hace que tengamos más dudas que antes de hablar con esa persona. Por lo que nuestra inseguridad y, por ende, la ansiedad, comienza a subir debido a que no entendemos NADA la situación, ni que ha ocurrido en cuestión de unas horas.

Cómo ya estábamos ilusionad@s y tenemos la sensación de que la conexión fue muy, pero que muy especial, no podemos permitirnos el lujo de perder a esa persona, por lo que intentamos reconducir la situación, queremos que todo vuelva a estar como antes, es decir, que hablemos todos los días, compartamos las cosas personales, etcétera, pero no encontramos esta actitud. Ya no sentimos que nos hable con claridad, y lo que es peor, empieza a ignorarnos, a darnos excusas, como “estoy muy liad@”, “no me da la vida…”, etc.

Y ahora sí que la ansiedad nos desborda, por tanta inseguridad y no poder comprender el cambio de actitud. Empezamos a preguntarnos constantemente, si habremos hecho algo que no debíamos, si habremos dicho algo mal, si tenemos un problema del que no somos conscientes, que habrá pasado, la otra persona estará bien… Vamos analizamos, una y otra vez, las conversaciones que tuvimos, lo que hicimos, pero no encontramos ningún tipo de justificación.

Al tiempo, como ya no aguantamos más esta incertidumbre ni la ansiedad, ponemos un poquito de tierra de por medio, es decir, decidimos cortar el contacto, con el objetivo de ver si reacciona o cambia de actitud o poder cerrar esta historia, que nos está haciendo daño. Tras este cambio que hacemos, efectivamente, esa persona deja de dar señales de vida. Y comienza nuestra desilusión…

Pero un día de repente, vuelve a aparecer de la nada, te reacciona por redes sociales, y comienza a hablar como si nunca hubiera pasado nada, te dice alguna cosita bonita y volvemos, otra vez, a ilusionarnos, pensando que habrá pasado una mala época. Eso sí, nuestra actitud tampoco es la misma, debido a que tenemos mucho miedo de que vuelva a pasar.

Todo lo que hemos vivido en este tiempo fugaz, nos hace necesitar una seguridad constante y aclarar que ocurrió, para poder estar tranquil@s. El problema es que nunca llega una justificación para su cambio de actitud, por lo que ninguna de las excusas que nos dice nos sirve. Además, comienza con las frases tipo: “me estás agobiando”, “las cosas deberían ser fáciles”. En el mejor de los casos nos dará a entender que ya no le interesamos, como antes, pero siempre dejando una puerta medio abierta. Y en el peor, nos hará lo que se está denominando últimamente como “ghosting”, es decir, simplemente desaparecerá. En ese momento, nos sentimos fatal y creemos que es porque, efectivamente, le hemos agobiado, nuestra cabeza es un torbellino de frases como: “ojalá hubiera actuado de otra forma” “soy tont@”, “he perdido mi tiempo y han jugado conmigo”, “nunca voy a encontrar a nadie con el que tenga una conexión tan especial” y lo peor, para las siguientes relaciones, comenzamos a desconfiar hasta de nuestra sombra.

Sin embargo, la realidad, es que este tipo de personas tienen muchas inseguridades y necesitan atención, sea la tuya o de cualquier persona, pero siempre considerándola como un reto y si no pierden el interés. ¿Por qué? Porque al tener tantas inseguridades les cuesta mucho darse en el terreno sentimental y sentir esta vulnerabilidad, por lo que huyen o evitan el compromiso, expresar sus sentimientos o, simplemente, dejarse llevar. Su forma de actuar suele ser siempre la misma, comienzan con mucho interés y luego, cuándo la otra persona se ilusiona, sienten miedo, y tienden a desaparecer.

Pero… ¿por qué nos quedamos anclados a esta persona? ¿por qué nos duele tanto? Es obvio, porque la idealizamos, al ser algo fugaz no hemos tenido tiempo de conocerla, de ver que defectos tiene, solo hemos visto sus virtudes, lo cual nos hace pensar que es la persona de nuestra vida y eso es lo que hace que insistamos en dicha relación, pese a tener señales más que evidentes de que no quieren nada con nosotr@s o, al menos, no buscan lo mismo.

Lo más importante de toda esta experiencia es aprender a querernos, valorarnos y a escucharnos, ya que el gran indicador de cualquier relación, para saber si es la buena, es sentir paz, tranquilidad, sin miedos, ni ansiedad.  

Noemí Gutiérrez Serrano (M-26735)

Psicóloga con especialidad en clínica y salud.

Experta en terapia familiar sistémica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.