“¿Tenemos lo que nos merecemos? La trampa del Mundo Justo”

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La mayoría de las personas pensamos o actuamos como si, de una manera u otra, nuestro esfuerzo siempre fuera a ser recompensado. Esto tiene todo el sentido del mundo, pues nuestra vida sería aburridísima si cada vez que trabajamos por conseguir algo calculásemos al milímetro las posibilidades reales de conseguirlo, sopesando cuidadosamente si todo el tiempo y esfuerzo invertidos serán recompensados. Por el contrario, tomamos un atajo y nos guiamos por la premisa “si me esfuerzo lo suficiente lo conseguiré, porque el mundo es justo”. 

Esta forma de pensar tiene un nombre: Creencia en el Mundo Justo. Lerner, la primera persona que trató de estudiarla en profundidad, la definió como la necesidad que tienen las personas de creer que el mundo es un lugar justo para enfrentar su ambiente físico y social como algo ordenado y controlado.

Lo curioso es que esta creencia se manifiesta de mil maneras, desde creer en el karma hasta tragarnos esas frases motivadoras como «los resultados que consigues están en proporción directa al esfuerzo que aplicas» o el clásico «trabaja duro y lo conseguirás seguro». 

Pero, ¿Qué hay de malo en todo esto?

Pues bien, resulta que si compras la idea de que todo depende solo de tu esfuerzo, te estás metiendo en un lío. Imagina a un estudiante de oposiciones que cree a pie juntillas en el «trabaja duro y lo conseguirás seguro». Si no logra la plaza, asumirá que no se esforzó lo suficiente y se sentirá culpable, triste e impotente. Spoiler: acaba mal.

Pero aquí no acaba la cosa. La Creencia en el Mundo Justo no solo sobrevalora el esfuerzo (asumiendo que todo depende de él), sino que se olvida de darle crédito a la inteligencia. Sí, la inteligencia también juega un papel importantísimo. Piensa en dos corredores preparándose para una maratón. Uno se mata a entrenar todos los días y llega cansadísimo a la competición; el otro estudia el mapa, descansa y planifica su estrategia. ¿Quién tiene más posibilidades de ganar?

A estas alturas, ya entiendes los aspectos buenos y malos de pensar de esta forma, pero ¿hay alternativas? ¿Qué pasa si no piensas así?

Para muchas personas resulta liberador darse cuenta de que el mundo no siempre recompensa el esfuerzo como creemos, porque dejan de poner todo el peso sobre sus hombros y reconocen lo importante que puede llegar a ser la suerte. Al aceptar que el mundo no es justo, te das cuenta de que el éxito es relativo: lo que es un logro para uno, puede ser una simple casualidad para otro. En definitiva, no eres mejor ni peor por tus logros, pues no todo depende de ti.

Por el contrario, para muchas personas puede ser un golpe duro aceptar que no hay garantías en esta vida, y que por mucho que trabajes para conseguir algo, siempre habrá posibilidades de fallar. Pero asumir que el mundo no es justo no significa que el esfuerzo no sea importante, significa que no es lo único importante

Así que olvídate del típico «cosechas lo que siembras» y cámbialo por algo como «si hay veces en las que incluso sembrando no cosechas nada, imagínate si no siembras». Porque, al final del día, puede que el mundo no sea justo, pero tú puedes ser un poco más justo contigo mismo.

Marcos Ortega

Alumnos de Psicólogos Retiro 

 

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