Resulta común asociar el hecho de perdonar con el hecho de olvidar. Desde la psicología del perdón, se entiende este acto, que resulta tan complicado en numerosas ocasiones, desde otra perspectiva. Perdonar no implica olvidar, ni justificar al agresor o la ofensa. Varios estudios han demostrado cómo cuando la persona asocia el perdón con el olvido, encuentra más dificultades a la hora de perdonar. Es más, para poder llevar a cabo este proceso es necesario recordar la ofensa, examinarla, ser consciente de los efectos que ha podido provocar en su vida, así como el dolor y daño ocasionado sin intentar minimizarlo o ignorarlo. Desde la psicología del perdón se entiende el olvido o el intento de este, como una conducta de evitación o de negación de la realidad que inútilmente sirve de defensa para perdonar. Entonces, ¿es necesario olvidar la ofensa para poder decir que hemos perdonado sinceramente?
Cuando recibimos un daño severo o injusto, experimentamos emociones negativas como rabia, dolor, tristeza, confusión, humillación o vergüenza. Además, tendemos a evitar al ofensor y todo lo que nos recuerde a la ofensa, o bien, intentamos vengarnos para disminuir el sentimiento de injusticia. Así mismo, dedicamos mucho tiempo y energía en pensar una y otra vez en el daño recibido, en cómo pasó, por qué paso, qué debía haber hecho, así como buscar culpables, tener pensamientos negativos o de venganza hacia el ofensor o pensar cómo actuar en un posible encuentro, etc.
Pensar en la ofensa y lo sucedido puede ser en cierta medida adaptativo porque ayuda a la víctima a pensar en cómo evitar una ofensa parecida en el futuro y puede generar un sentimiento de control cuando la víctima se siente vulnerable.
Sin embargo, el impacto de la ofensa es mayor cuando hay un recuerdo constante del daño y la víctima cae en la rumiación, es decir, cuando la persona no puede parar de pensar en lo ocurrido de manera voluntaria.
La rumiación dificulta el proceso de perdón porque cuanto más se reflexiona sobre el daño, mayores son los deseos de venganza o de evitación respecto al agresor, atribuyéndose una mayor responsabilidad al agresor, con lo que la persona se vuelve más agresiva hacia éste.
Todo esto afecta a la víctima a nivel emocional, porque hace que se deprima y esté aún más irascible y, a nivel físico aumenta el nivel de estrés percibido y dificulta la calidad del sueño.
El perdón, por tanto, consiste en la disminución de la motivación a pensar negativamente acerca del ofensor, de las emociones negativas, del sentimiento de venganza y de la conducta de evitación que en numerosas ocasiones se adquiere hacia la persona que ha ocasionado el daño.
Conforme a la suposición de que el perdón debería conducir al olvido, distintos estudios han mostrado que el perdón interfiere con el recuerdo negativo tanto del ofensor como de la ofensa. Un estudio, por ejemplo, descubrió que aquellos que habían decidido intentar perdonar o que ya habían perdonado experimentaron menos pensamientos intrusivos, menos excitación fisiológica y menos rumiación.
En otro estudio, encontraron que cuando los sujetos habían perdonado al ofensor, les costaba más recordar las ofensas, en cambio a los que no habían perdonado, les era difícil cumplir la tarea de no pensar en ellas.
Se ha encontrado que las personas que perdonan de forma emocional al agresor, es decir, aquellas que sienten más simpatía o empatía hacia éste, muestran mayores niveles de olvido acerca de características relevantes propias del agresor o del acto de la ofensa en sí.
No obstante, no se trata de olvidar el acto doloroso como tal, pero sí de disminuir los recuerdos de algunos aspectos de la ofensa y en cambiar el concepto del ofensor, minimizando sus rasgos negativos. Se trata de dejar de vivir encadenado o gobernado por el pasado y dirigir voluntariamente nuestra mirada a nuestro presente o futuro.
Entre los beneficios del perdón sobre la salud mental podemos destacar un incremento de nuestra autoestima y una disminución de los niveles de depresión y ansiedad. Y en cuanto a la salud física, principalmente reduce el riesgo de problemas cardiovasculares al disminuir la hostilidad.
En conclusión, el primer paso para poder perdonar supone concienciarse de la ofensa y del dolor que ha traído consigo; recordando lo ocurrido y reconociendo el sufrimiento ocasionado. No obstante, no debemos caer en la rumiación de los hechos ni del ofensor ya que eso solo nos lleva al rencor y a más dolor. La clave está en el olvido activo, es decir, reducir algunos recuerdos y pensamientos negativos recurrentes sobre el ofensor y la ofensa. En este sentido, se puede decir que el perdón sí que implica parte de olvido.
Ana Boza Martin y Catherine – Silvana Gagliuffi Zuñiga
Psicólogas
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Prieto-Ursúa, M. (2020). El derecho al olvido y los procesos de perdón. Revista Sal Terrae 108, 153-165.
Prieto-Ursúa, M., Carrasco Galán, M. J., Cagigal de Gregorio, V., Gismero González, E., Martínez Díaz, M. P. y Muñoz San Roque, I. (2012). El perdón como herramienta clínica en terapia individual y de pareja. Revista Clínica Contemporánea 3(2), 121-134. https://dx.doi.org/10.5093/cc2012a8