A pocos días del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, más de medio centenar de mujeres han sido asesinadas en lo que va de año. Y estos datos contabilizan aquellos que suceden dentro del marco de la relación de pareja o ex pareja (lo que la ley contempla como violencia de género), porque si cogemos la definición más amplia, la cifra se eleva hasta llegar casi al centenar. Cuando como sociedad nos enfrentamos a estas alarmantes cifras, deberíamos hacer una reflexión profunda de cuáles son los factores que mantienen esta problemática y sobre todo, de qué manera debemos responsabilizarnos en su erradicación.
Los asesinatos representan solo la punta del iceberg, ya que las mujeres nos vemos expuestas a múltiples violencias solo por el hecho de serlo, y son estas “violencias invisibles” a las que debemos poner especial atención.
La erradicación de la violencia de género pasa por múltiples actuaciones, y una de ellas es la educación desde las primeras etapas de la vida, la visibilización de aquellas conductas que han sido normalizadas a través de los diferentes estereotipos y que entrañan maneras de relacionarnos poco sanas. Por eso, es interesante plantearnos ¿cómo se relaciona nuestra juventud con la violencia de género?
Los datos dicen que la violencia de género está aumentando entre nuestra juventud y se manifiesta principalmente a través de lo que denominamos conductas de control.
En la adolescencia tienen lugar las primeras relaciones afectivo-sexuales y son en estas donde se vuelca la idea acerca “de cómo es el amor” que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida a través de la socialización. A esta edad ya se tienen más que integrados los estereotipos y roles de género, que permiten que se den relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres. Además, se tiene una idea de las relaciones basadas en el “amor romántico” que hacen que los celos y el control se expliquen con expresiones como “tiene celos porque te quiere” “está siempre pendiente de donde estás porque se preocupa por ti”.
A esta mezcla de factores hay que añadir las nuevas tecnologías y cómo se han convertido en una nueva herramienta al servicio de las conductas de control que pueden desencadenar relaciones de violencia en la adolescencia. La facilidad para ver si alguien está conectada o no, si le llegan nuestros mensajes, que nuevos contactos le siguen, que personas le dan Me gusta y hacen comentarios a sus publicaciones, el anonimato e impunidad que ofrecen… son algunos ejemplos de lo que diariamente sucede en las relaciones adolescentes.
Por eso, es muy importante hablar de control en la pareja ya desde jóvenes, de ser consciente de cómo vivimos en un modelo de amor que muchas veces nos daña y responsabilizarnos en aprender uno nuevo en el que se den relaciones de buen trato. De trasmitir bien este mensaje a nuestros jóvenes va a depender en gran medida que las cifras que nombrábamos al principio del artículo no vuelvan a repetirse nunca más y que en el recuerdo queden las calles gritando “Vivas nos queremos”.