Ansiedad infantil. Cuando el estrés afecta a niños y niñas

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¿Cuántas veces oímos la palabra ansiedad a lo largo de la semana? ¿Decenas… de miles? Vivimos en un mundo acelerado, en el que queremos todo ya, lo inmediato se ha convertido en la norma y el estrés afecta a la práctica totalidad de los y las mortales.

Dicha situación tan normalizada en el mundo adulto no se ve de forma tan clara en el infantil. Sin embargo los y las peques de hoy viven inmersos e inmersas en la misma vorágine, si no más, que las personas adultas. Tras las horas de cole toca correr a las extraescolares, a casa, deberes, mochila, ducha, cena y dormir. 

Siempre a la carrera, con los tiempos justos, el nerviosismo de “llegamos tarde ¡¡otra vez!!” y un largo etcétera de situaciones similares. 

Sería muy ingenuo pensar que todo esto no afecta o pasa factura a niños y niñas, que no olvidemos, están aún en desarrollo y no tienen las herramientas y habilidades que una persona adulta podría tener para hacer frente y tratar de asimilar toda esa activación que nos llega día a día.

Pero, ¿funciona la ansiedad en el mundo infantil igual que en el adulto?

La respuesta es NO. Además la cosa se complica cuando por su idiosincrasia la ansiedad infantil tiende a pasar desapercibida o a malinterpretarse sus manifestaciones y confundirse con otras problemáticas. 

Es importante tener en cuenta que niños y niñas en función de su edad y nivel madurativo pueden tener o no la capacidad para ser conscientes de esa ansiedad. Es más, la mayoría no va a ser capaz de identificar el estrés o la ansiedad y van a mostrar diversos comportamientos o síntomas que pueden parecer poco relacionados con la ansiedad.

Hay que prestar atención a:

  • Si aparecen en exceso preocupaciones. En ocasiones incluso con cosas que no están bajo su control ni tienen que ver con su momento de desarrollo, como podría ser “si está pagada la casa en que vivimos”.
  • Si aparecen problemas para dormir, miedos (más allá de los miedos evolutivos que pudimos ver en el artículo: Miedos infantiles. ¿Qué hacemos con ellos?) o si no se descansa adecuadamente.
  • Quejas de dolores físicos, de estómago, de cabeza…
  • Dificultades para abordar situaciones nuevas, en las que haya multitud de personas o puedan verse juzgados o juzgadas.
  • Si se vuelven muy apegados o apegadas a padres, madres o personas a cargo. Con dificultades para separarse o angustia ante la separación.
  • Problemas para concentrarse o mostrarse con mucha inquietud, tanto en casa como en el cole.
  • Irritabilidad, incluso con momentos de explosión emocional. Explosiones desencadenadas, en ocasiones, ante situaciones que no parecen acordes a tal desborde emocional.

¿Qué podemos hacer?

Lo primero y más evidente tratar de encontrar momentos o días de calma, con menos actividades y obligaciones que permitan desconectar y disfrutar. Jugar una tarde en el parque a lo que sea que apetezca en el momento, sin presiones de horarios.

También fomentar actividades que sean tranquilas y efectivamente relajen. Tratando de huir de tablets y videojuegos que aportan un nivel de estimulación muy alto.

Por otro lado funcionar como buenos modelos a observar. Transmitir calma en nuestra vida y que nos vean en actitud sosegada la mayor parte del tiempo posible. Sin darnos cuenta transmitimos nuestro nivel de activación, estrés o preocupaciones. A los cuales los y las peques son muy permeables.

Poder hablar de emociones y preocupaciones directamente y de forma natural también ayudara a que puedan ir identificando lo que les afecta y desarrollando habilidades de gestión emocional.

Ser conscientes de lo que se les exige hoy día y valorar si merece la pena. En muchas ocasiones las presiones académicas, tanto en el cole como en extraescolares, deportivas… son desmedidas y cargan de un peso tremendo a niños y niñas.

Por último prestar atención a toda señal de alarma, cambio, o lo que sea que nos llame la atención. Y ante la duda consultar pronto con profesionales para descartar o abordar cuanto antes cualquier posible dificultad que pudiera aparecer.

Jorge Moreno – Psicólogo de Nara psicología