El nido vacío

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El síndrome o sensación del “nido vacío” hace referencia a un fenómeno muy común en la sociedad actual. Es por eso que todos y todas hemos oído hablar alguna vez de ello o lo hemos vivido en primera persona. 

Se suele aludir al “nido vacío” como un síndrome, aunque no esté tipificado como un cuadro patológico o una enfermedad. Esto sucede porque se trata de un conjunto de fenómenos que concurren y caracterizan esta situación determinada. 

Pero, ¿por qué se produce este síndrome? ¿qué significado tiene?

Si lo habéis vivido o conocéis a alguien que haya pasado por ello, sabréis que las personas que atraviesan esta sensación, cursan con emociones como tristeza, enfado y miedo a raíz de que hijos, hijas o personas a su cargo abandonan la casa familiar. Estas personas suelen referir sentirse ansiosas, irritadas y preocupadas previa a la partida y solas y vacías tras esta separación. 

La intensidad de estas emociones varía en función del caso, ya que depende en gran medida del tipo de relación establecida entre las diferentes personas, además del contexto familiar en el que sucede esta separación. 

Por ejemplo, la situación varía si tenemos pareja o no. Para algunas personas, tener pareja puede ser un factor que alivie la sensación de nido vacío. Para otras, tener pareja puede acuciar la intensidad del síndrome debido a que, con la partida de los hijos o hijas de la casa familiar, se hacen más evidentes las dificultades en la relación de pareja y esta relación suele requerir una revisión después de tantos años.

También intervienen factores socio culturales, como los roles de género. Se observa que este síndrome aparece más en las mujeres, debido al rol que tradicionalmente han desempeñado en la familia. A causa de la asignación de este rol, la vida de las mujeres ha solido girar alrededor de la maternidad y la crianza de los hijos e hijas, poniendo en este aspecto gran parte de su identidad y autoestima. Si tu vida gira entorno a tus hijos e hijas, cuando estos se van, aparece un gran vacío que requiere algún tiempo y esfuerzo entender y llenar de otras cosas.

Cuando los hijos e hijas se van de casa, los padres y madres tienen que hacer un duelo, el duelo de que esos hijos e hijas (en principio) no volverán a ocupar el mismo lugar en la familia. El sistema familiar tiene que aceptar esta situación y reorganizarse en relación a este cambio. Por tanto, podría decirse que el síndrome del nido vacío está determinado por el proceso de duelo por el que pasan algunos progenitores cuando sus hijos e hijas se van de casa. 

Los hijos e hijas también sienten esta separación, aunque lo más habitual es que sea de forma diferente. Lo que les suele ocurrir ante el síndrome del nido vacío de sus padres, es que aparece el sentimiento de culpa por dañarles al separarse de ellos y ellas, así como la preocupación por cómo van a estar sus progenitores tras este cambio. En ocasiones, esta preocupación y culpa se expresa en forma de enfado hacia sus padres para facilitar la separación. Existe también mucha variabilidad de estos sentimientos, en función del tipo de relación entre este hijo o hija y sus padres. Suele coincidir que cuanto más intensas son las emociones de los padres y madres, mayor es la preocupación y el sentimiento de culpa de los hijos e hijas. 

Y una vez identificada, ¿qué podemos hacer ante este síndrome?

En el caso de los padres y madres:

  • Dar sentido a la sensación y aceptarla. Mirar hacia el interior y tratar de entender lo que nos están queriendo decir las emociones que estamos sintiendo. 
  • Entender que es normal que nos sintamos así y que no significa que no queramos que nuestros hijos e hijas sean felices e independientes, si no que nos produce mucha tristeza y miedo que la situación cambie. 
  • Aceptar que estamos en un proceso de duelo y que, en el contexto actual, es parte de la vida que los hijos e hijas se vayan de casa. Lo más habitual es que nuestros hijos e hijas no lo estén haciendo para molestarnos o porque no nos quieran, sino porque necesitan ser más independientes y autónomos. 
  • Asumir que vamos a perder lo que teníamos hasta ahora para poder estar abiertos y abiertas a los cambios que se van a dar en la relación, así como a las nuevas cosas que nos va a traer la vida a partir de ahora. 

En el caso de los hijos e hijas: 

  • Asimilar que, aunque sea doloroso para sus padres, están dando un paso correcto hacia su independencia y autonomía como personas. 
  • Confiar en que sus padres y madres se van a poder reorganizar tras esta separación y que solo sus progenitores pueden responsabilizarse de hacer los cambios necesarios para que así sea. 
Inés Alonso Apausa. Psicoterapeuta de Nara Psicología