El día 1 de noviembre se celebra el Día de Muertos/as. Por este nombre se le conoce en México y otros países de Latinoamérica, en España se le llama el Día de Todos los Santos y en Estados Unidos y Reino Unido, Halloween.
La celebración indígena y celta, estaba relacionada con el final de la cosecha y con la llegada de las noches más largas en las cuales los/as muertos/as venían al mundo de los/as vivos/as a visitarles. En Latinoamérica, con la invasión de los españoles, la festividad se mezcló con la religión cristiana y se impusieron dos días de celebración que son el 1 y 2 de noviembre, fechas que coinciden con el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos.
En México, las familias se reúnen y construyen altares con flores, velas, multitud de símbolos, fotos de los difuntos y comida que guían a las personas muertas de vuelta a sus casas por unas horas. Es el reencuentro con las personas que nos dejaron, es el compartir y honrar a las personas que murieron.
Como decía Octavio Paz, poeta mexicano: «El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega a la muerte acaba por negar a la vida».
Asimismo, en otros países como Ecuador las familias se reúnen, comen “guagua de pan” y beben colada morada, una bebida que está formada por los granos de la recolección del final de la cosecha. Esta celebración forma parte de la cosmovisión indígena que veía la muerte como una fase de la existencia del ser humano. La “guagua de pan” representa a la persona difunta y la colada morada es la sangre que devuelve la vida a esta.
En España algunas familias se reúnen y visitan los cementerios y las tumbas de sus seres queridos, sin embargo, hablar de la muerte se sigue evitando y durante todo el año solemos vivir a espaldas de ella sin aceptarla ni nombrarla pese a que somos el único animal que sabe con certeza que va a morir. Hay autores que nombran a nuestra sociedad como tanatofóbica, es decir, que predomina el miedo a la muerte o al proceso de morir.
Por ello, estos rituales son necesarios en todas las comunidades, nos ayudan a enfrentarnos a la muerte, a despedirnos de los seres queridos que nos van dejando, a sentir la tristeza, a masticarla lentamente, a transitar por el duelo.
El duelo es un proceso natural a una pérdida sin posibilidad de recuperación que está presente en todas las etapas de la vida en el que las/los dolientes conectan con diferentes emociones que son necesarias para llegar a la aceptación de la pérdida. Además, la elaboración del duelo es idiosincrática, es decir, el proceso tiene ritmos, intensidades y velocidades diferentes en cada persona aunque en general se transita por algunas fases y tareas para llegar a la aceptación. Estas fases son: negación, ira, culpa, negociación, tristeza, reconstrucción y aceptación. No tienen necesariamente que darse de una manera ordenada y lineal, se pueden vivir varias fases en el mismo día.
Para transitar por el túnel del duelo, necesitamos conectar con las emociones menos agradables de este proceso como son la frustración, la rabia, la tristeza o la envidia a través de momentos y personas que nos permitan hacerlo, nos apoyen y acompañen. Asimismo, necesitamos conectar con la esperanza, con emociones agradables y con la motivación para vivir.
Estos rituales como los que se realizan el 1 de noviembre nos conectan con el dolor de la pérdida y nos facilitan un contexto de ventilación emocional, encontrando tranquilidad en la compañía de nuestros seres queridos. Nos ayudan a transitar por las etapas del duelo pudiendo terminar recordando a la persona fallecida desde una tristeza sostenible.
Como hemos comentado, el duelo es un proceso natural, sin embargo, los duelos no resueltos, en donde las personas no han podido expresar sus emociones pueden generar síntomas como ansiedad o relacionados con la depresión. En estos casos, es importante acudir a un profesional que te pueda acompañar en el proceso y se pueda generar un espacio de seguridad y confianza en donde se integre la pérdida y elabore el duelo.
“Dad palabras al dolor, la pena que no habla murmura en el fondo del corazón y lo invita a romperse”. (Shakespeare)
Paloma García Bas
Referencias:
- Fernández, J. (2021). Acompañamiento e intervención psicológica en procesos de duelo, Madrid: Colegio Oficial de Psicología.