El ejemplo y la conducta personal de los padres son la base más sólida en la educación de los hijos. Los padres son modelos y los límites se establecen en relación con la observación/imitación del comportamiento de sus figuras de referencia, tanto los padres como por su grupo de iguales y más, estos últimos, en la adolescencia. Lógicamente nuestros hijos son personas distintas y no todo lo que observe en nosotros lo va a imitar, sin embargo, tenderá a imitar aquello que se repita con más frecuencia o que vea que tiene resultados beneficiosos a corto plazo.
El principio con el que vamos a trabajar para cambiar las conductas es LA DISCIPLINA POSITIVA. Este principio busca conseguir una educación equilibrada entre la permisividad excesiva y la restricción excesiva. La idea es educar con autoridad y a la vez con justicia pero esto no es siempre sencillo dado que muchas veces los hijos no entienden a razones de los padres.
En la actualidad es frecuente oír hablar de la desobediencia de los hijos, pero en muchos casos habría que hablar de la FALTA DE AUTORIDAD DE LOS PADRES, la falta de disciplina. Muchos ceden a cualquier petición de los hijos, siendo esto muy perjudicial para ellos, ya que aprenden a comportarse sin límites y el castigo deja de tener una función aversiva para ellos.
Los hijos al crecer exigen cada vez mayor autonomía, empiezan a tener sus propios criterios que quieren que prevalezcan, enfrentándose muchas veces a los padres. Las prácticas participativas siendo explicaciones por parte de los padres sobre las reglas de conducta, favorecen la independencia al dar oportunidades para aumentar su autonomía. Inicialmente debe ser guiada por los padres y con adecuados grados de control con el fin de promover una identificación basada en el respeto y amor.
Hay que tener muy claro que la disciplina y la autoridad NO están basadas en el “porque yo lo digo, se lo que te interesa y soy tu padre” o “cuando seas mayor lo entenderás”, sino en el razonamiento, en la demostración. Es importante conseguir una respetabilidad razonada. Los padres tienen que ordenar las infinitas posibilidades de sus hijos, pero sin marcar en ellos unilateralmente el camino, comunicando a los hijos normas claras, razonables y apropiadas.
PAUTAS PARA GENERAR LÍMITES POSITIVOS
- No se puede mandar hoy una cosa, sentando una norma y al día siguiente mandar otra distinta que contradiga a las anteriores, ya que estos nos hará perder credibilidad.
- Cuando se ha tomado una decisión hay que mantenerla, 1º hay que razonarla, pero una vez tomada porque se considera la más conveniente, debemos mantenerla aunque cueste esfuerzo.
- Exigir a los demás lo que nosotros somos capaces de hacer. Mantener una congruencia ante los ojos de nuestros hijos. No podemos pedir orden a nuestro hijo cuando nosotros somos un desastre, ya que se fijarán más en lo que haga que en lo que diga.
- El principio fundamental es la regla de las tres Ces: Consistencia, Coherencia y Constancia.
- Nuestros hijos deben apreciar y percibir que nosotros, aun siendo adultos, también nos esforzamos en mejorar, en aprender y corregir nuestros malos hábitos.
- Mostrarnos como una persona equilibrada que se sabe controlar. La incapacidad para dominar nuestras emociones (ira, enfado…) nos puede llevar a dar órdenes y tener reacciones que luego hay que corregir.
- Ser tolerante en las pequeñas cosas, para poder exigir las fundamentales, ya que si no caemos en el error de estar reprochando continuamente a nuestros hijos, y puede que convirtamos nuestra relación en algo desagradable y que se tienda a evitar.
- Mostrar interés por el resultado de sus acciones, no quedarnos sólo en el mandar por mandar, evitar dar órdenes a diestro y siniestro.
- Disponer de una gran dosis de paciencia, ya que siendo perseverantes conseguiremos más las cosas.
- Incorporemos a nuestro hijo en el proceso de tomar decisiones, dando participación, pidiendo su opinión, no se corre el riesgo de perder autoridad, ya que le mostramos lo difícil que a veces resulta decidir.
Esperamos que os haya gustado el artículo y el viernes os dejaremos con unas sencillas pautas para realizar, con nuestro hijo adolescente, un contrato conductual para instaurar nuevas conductas beneficiosas y llegar a un acuerdo participativo.